miércoles, 28 de abril de 2010

Contemporáneos

Vivo
tras el eco de sus palabras
en un continuo peregrinar
que con tanta frecuencia
desemboca en una pérdida.

Cuántos me han dejado huérfana!

Necesidad de necesidades,
busco en todos los rincones
como eterna condenada
a vagar por un consejo.

Es esto lo que me toca,
Y aún hablan de nuevo milenio?;
Todo es culpa del destino
por no permitirnos ser
contemporáneos.

miércoles, 21 de abril de 2010

Ella Fitzgerald en el cielo

Le rezaba a Dios,
le rezaba ardientemente,
para que hiciera de ella
una feliz chiquilla blanca.
Y si ya es tarde para esos cambios,
pues al menos, Mi Señor, mira cuánto peso
y quita de aquí como poco la mitad.
Pero el misericordioso Dios dijo no.
Simplemente puso la mano en su corazón,
le miró la garganta, le acarició la cabeza.
Y cuando todo haya pasado -añadió-,
me llenarás de júbilo viniendo a mí,
mi alegría negra, mi tonel cantarín.

[...]

sábado, 17 de abril de 2010

En globo

A Fiorella




Espera, reposa.
Imagina un globo.
Cuando hayas conseguido que el quemador proporcione el calor suficiente, que tu capacidad de observación
se quede con la corriente adecuada
que Arquímedes se apiade de tu inocencia
y tú de tu consciencia, podrás cruzar el Atlántico.
Entonces comprenderás
que no puedo decirle/escribirle cualquier cosa.
Cada palabra debe poder sujetarla
como las puntadas de los hilos que conforman tu sweater.

jueves, 8 de abril de 2010

Idea

Me vino a la cabeza una idea
¿para un verso?, ¿un poema?
Muy bien -le digo-, quédate, hablemos.
Tienes que contarme más de ti.

Ella me murmura algo al oído.

Ah, se trata de eso -le digo-, interesante.
Desde hace mucho me preocupa ese asunto.
¿Pero un poema sobre eso? No, seguro que no.

Ella me murmura algo al oído.
Eso es lo que tú crees -le respondo-,
sobrestimas mi capacidad y mi talento.
Ni siquiera sabría cómo empezar.

Ella me murmura algo al oído.
Te equivocas -le digo-, un poema concentrado y breve
es más difícil de escribir que uno largo.
No me tortures, no insistas, porque no va a salir bien.

Ella me murmura algo al oído.
Como quieras, lo voy a intentar, ya que te empeñas.
Pero de antemano te digo lo que va a pasar.
Ya verás, lo escribo lo rompo y lo tiro a la basura.

Ella me murmura algo al oído.
Tienes razón -le digo-, finalmente hay más poetas.
Otros lo harán mejor que yo.
Te puedo dar nombres, direcciones.

Ella me murmura algo al oído.
Sí, claro que los voy a envidiar.
Nosotros nos envidiamos hasta los malos poemas.
Y éste quizá debería... quizá debe tener...

Ella me murmura algo al oído.
Exactamente, tener esos rasgos que enumeras.
Así que mejor cambiemos de tema.
¿Te apetece un café?

Ella solamente suspira.

Comienza a desaparecer.

Y desaparece.



[...]