A veces pienso que aparecerás con otro nombre
y otro color de pelo.
/mentira, también se inventan las noticias
/pero, quizás…
¿Quién inventó esa palabra?
Nada mejor que hacer
No sé cómo no te aburres.
A veces pienso que aparecerás con otro nombre
y otro color de pelo.
/mentira, también se inventan las noticias
/pero, quizás…
¿Quién inventó esa palabra?
Nada mejor que hacer
No sé cómo no te aburres.
Me vino a la cabeza una idea
¿para un verso?, ¿un poema?
Muy bien -le digo-, quédate, hablemos.
Tienes que contarme más de ti.
Ella me murmura algo al oído.
Ah, se trata de eso -le digo-, interesante.
Desde hace mucho me preocupa ese asunto.
¿Pero un poema sobre eso? No, seguro que no.
Ella me murmura algo al oído.
Eso es lo que tú crees -le respondo-,
sobrestimas mi capacidad y mi talento.
Ni siquiera sabría cómo empezar.
Ella me murmura algo al oído.
Te equivocas -le digo-, un poema concentrado y breve
es más difícil de escribir que uno largo.
No me tortures, no insistas, porque no va a salir bien.
Ella me murmura algo al oído.
Como quieras, lo voy a intentar, ya que te empeñas.
Pero de antemano te digo lo que va a pasar.
Ya verás, lo escribo lo rompo y lo tiro a la basura.
Ella me murmura algo al oído.
Tienes razón -le digo-, finalmente hay más poetas.
Otros lo harán mejor que yo.
Te puedo dar nombres, direcciones.
Ella me murmura algo al oído.
Sí, claro que los voy a envidiar.
Nosotros nos envidiamos hasta los malos poemas.
Y éste quizá debería... quizá debe tener...
Ella me murmura algo al oído.
Exactamente, tener esos rasgos que enumeras.
Así que mejor cambiemos de tema.
¿Te apetece un café?
Ella solamente suspira.
Comienza a desaparecer.
Y desaparece.
[...]
nada es lo suficientemente fuerte
como para que olvides
y no analices de forma breve
el olor de los aviones
o el por qué de la música funcional
siempre lo miras con cariño
te encantaría
pero no vivís en el techo
y si pudieras volar
seguro te quejarías de lo que pesan tus alas.
Porque siempre llamamos lápiz negro al lápiz
y no por eso dejó de escribir en gris.